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08
May-2015

Niños Cazadores – 1ª. Parte

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Ansiosos, gestos rápidos y discursos cortos, los varones insisten en llevarnos al mangle para armar ratoneras y agarrar guanhumi (una espécie de cangrejo). Es miércoles de mañana, el almuerzo y la escuela llegarán en breve pero no hay más argumento que convenza que el de que aquel no es un momento adecuado.

Lo combinado es ser breve, encontrar el local, armar la ratonera y volver. Imposible, ya debíamos saber. Cazar no es algo que se haga con hora marcada, con reglas externas al própio acto de cazar. Cuando uno sale para cazar es necesário dejar el tiempo para atrás y vivir el tiempo del animal, el tiempo del momento presente, de estar allí de forma intensa.

Las ratoneras eran prestadas, lo que provocó una tensión extra para esa caza: al final, es preciso dejarlas armadas con una carnada y volver al dia siguiente para verificar si el guanhumi cayó o no en la trampa. Caso otro grupo de chicos pase por allí y encuentre la ratonera, ciertamente no la dejará intacta en el local. Perder esa ratonera significaría explicarle al dueño y tener que confeccionar una nueva.

Confeccionar una ratonera se hizo aún más difícil a partir del momento en que los fabricantes de aceite de cocina determinaron que los embalajes no serían más de lata y sí de plástico. Aliás, no solo la ratonera sino también vários juguetes sufrieron adaptaciones después que los fabricantes de aceite tomaron esa decisión.

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Encontrar el agujero en el fango donde vive el guanhumi, exige conocimientos específicos sobre las feces de ese crustáceo. La consistencia y el local donde fueron dejadas, son señales si hay o no algún habitante allí.

Los chicos casi no consiguen explicar lo que hacen ya que están zambullidos totalmente en el suelo y absortos en captar las señales del ambiente. Verdad es que vamos apenas a acompañar sus gestos y comprender lo que precise ser comprendido, con base, exclusivamente, en esos gestos.

Confirmado que hay guanhumis allí adentro, sacan un limón del bolsillo y exprimen algunas gotas dentro del pozo. Un condimento atractivo para que salgan más tarde a buscar alimento.

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Llegó el momento de armar la ratonera. Gestos finos, poca charla, manos precisas… Bien diferente de aquella ansiedad de la mañana. Ahora es tiempo de dejar el cuerpo en silencio y entrar en el gesto del cazador que no desperdicia movimientos. Un pedazo de limón es colocado delicadamente en el interior de la ratonera, de tal forma que, al mínimo toque, sea accionado el cierre de la puertita. Un dispositivo increiblemente funcional.

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Todo ya armado, es hora de volver a casa y prepararse para ir a la escuela y, al final del día, volver para verificar si el guanhumi comió la carnada, verdad? No. Irse ahora? Es una misión casi imposible. Y todos los demás cangrejos que piden para ser cazados? Como pueden las miradas de estos chicos ver a las criaturas sin el impulso de capturarlas? Como entrar en la clase enseguida después de armar ratoneras? Com que cuerpo estos chicos, todavía sucios de fango, conseguirán sentarse frente a pizarrones y escuchar al maestro? Ya deberíamos saberlo. Imposible querer sacarlos de ese universo. Sin embargo, mismo que contrariados, allá fueron a bañarse, vestir el uniforme escolar y entrar en otro universo.

Texto y fotos: Renata Meirelles

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