Abr-2015
Bumba meu boi – San Marçal
Aquí en Maranhão recibimos la visita de nuestra amiga e investigadora de la fiesta de Bumba meu Boi, profesora doctora Soraia Chung Saura, que nos regaló lindos relatos de ese encuentro.
Creo que no nos recuperamos del todo de San Juan y de San Pedro cuando decidimos ir a ver las conmemoraciones de San Marçal, el 30 de Junio, en el reducto del Santo, Juan Pablo. Mencionamos fiestas seculares que suceden en la ciudad hacen casi 100 años: no aguantamos perder la oportunidad de participar. Quien seria San Marçal? Y porque no Juan Pablo, esa larga avenida a perder de vista? Un boyero nos cuenta que es un santo renegado por la iglesia, cuyo altar fue retirado de aquel local. Sin embargo no se apagó la fe en el santo de dudoso origen, y sus milagros fueron consagrados durante muchos años. Por eso siguen festejando los bueyes con acento de la Isla, todos los años en el mismo lugar.
Los brincantes recorren ahora la avenida y el día, desde el amanecer hasta el fin de tarde, llueva o haga sol. Y en este caso, que sol! De enfriar cualquier ánimo fiestero. Pero el escenario es casi ficticio: una multitud ataviada, en medio a un alboroto de feria. Ambulantes, todo tipo de carrozas y servicios, camión de sonido, instrumentos, globos y bueyecitos en infinitas girándulas. Artesanos en el suelo construyen matracas para los distraídos de última hora. Caldo de huevos, de langostinos, sururu, langostinos secos, huevos de codorniz, todo para tonificar y revigorar cualquier intención más disuelta. Una multitud.
Agarramos la mano de los niños con firmeza. Había tanta gente que dudamos. Pero seducidos por los personajes que veíamos a lo lejos, continuamos. Uno de los más impresionantes es el Caboclo de Pluma, figura emblemática en la fiesta. Imponente e impresionante, baila moviéndose violentamente y de forma circular. Gira en torno del propio eje de su existencia. Es grande y con gran espacio por el diámetro circular de su inmenso sombrero horizontal, con más de 1 metro de diámetro, hecho solo de plumas direccionadas hacia abajo. Carga unos 10 quilos de plumas, 8 de los cuáles en la cabeza. Las plumas de avestruz que provienen de lejos y están cosidas una por una, forman una trama que transforma al ser humano con un ropaje invencible, transformando su condición común y vulnerablemente humana en una condición hechizada. “A Caboclo de Pluma no se le ven los ojos”. Todo su movimiento evoca a la ancestralidad inherente a todos: es la inolvidable imagen de un ser salvaje. Al mirar al Caboclo lo que hacemos es recordar. Plantarse al lado de uno de ellos es estar bajo irresistible vendaval. La danza del Caboclo vienta, vienta, levanta cintas, lanza ráfagas en el rostro de los brincantes. Nunca había visto tantos al mismo tiempo! Y bajo el sol ardiente, desfilan otros personajes, atravesando la avenida alegremente como si el clima estuviera fresco: las indias, con plumas imponentes también, las burritas montadas muchas veces también por niños, los vaqueros, todos los instrumentistas y los propio bueyes.
Las imágenes se forman y se deshacen frente a nosotros, en el baile de los brincantes que no desfilan, bailan unos con otros. Poderosos personajes, poderosas narrativas, imágenes. Nosotros no bailamos, estamos muy contentos de participar mirando. Es la última fiesta que cierra este ciclo junino. Salimos muy diferentes de cuando llegamos: con el mismo sentido de renovación y deber cumplido relatado por los boyeros, aún más fuertes para enfrentar las dificultades del año. La despedida, circular, anuncia nuestra vuelta: porque, como le dijo una señora brincante a Renata: “Esto es nuestra vida”. Y así, hasta el año que viene.
Texto: Soraia Chung Saura
Fotos: David Reeks y Renata Meirelles
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