Abr-2015
Bautizo de muñecas
Abadía, según sus habitantes, es la tierra de las curanderas, de las parteras y de las hierbas que superan la eficacia de las pastillas. Tierra donde los peregrinos llegan desde lejos para rendir culto a la imagen de Nuestra Señora de Abadía, y donde las muñecas son bautizadas, como también lo son todos los niños. “Todos merecen ser bautizados” dice una de las niñas.
Si es así, fuimos hasta allí para ver como es ese bautizado de las muñecas. Los seguimos cuesta arriba ya que precisaban encontrar un tal tufo de pasto. Pasto? Sí, con ese pasto hacen muñecas.
Aparecida, la brincante de la Casita de Cultura, lideraba la pandilla y cargaba un cesto con los accesorios del ritual: retazos de tejido, botellas con agua, una sábana, una manta blanca.
El sol tostaba nuestros equipamientos pero no afectaba el ánimo de los niños que subían el monte contando historias, riendo y divirtiéndose con cada detalle del camino. Cada camino para llegar al juego es un juego por si mismo, un calentamiento necesario y delicioso.
Durante algún tiempo, quedamos admirando las formas del pasto, tratando de visualizar la cara de la muñeca sólo por su formato. “Esta con trenzas es gordita” decía una niña mirando el tufo. “Pobre, esa no va a salir, mira como está despeinada.”
Esa forma de confeccionar muñecas empieza por el pelo, después viene el cuerpo con retazos atados y cintas en el pelo.
Prontas las muñecas, es hora de organizar el altar, preparar al Padre, a los padrinos, los padres y el agua del bautizado.
“Yo renuncio a Cristo”, decía el Padre, mientras vertía agua sobre la cabecita de la muñeca, sostenida por los padrinos.
Una por una, todas las muñecas eran “renunciadas a Cristo” y recibían el agua bautismal. Hasta la Barbie traída por una de las niñas entró para la vida cristiana.
Texto y fotos: Renata Meirelles
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