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29
Abr-2015

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Hacen varios días que los niños de la playa de Tatajuba vienen contándonos sobre las pequeñas armas de paja de palmera. Ya conocí un arsenal de armas infantiles, pero de paja de palmera, es una novedad para nosotros.

El arma dispara alguna cosa? Yo creía que sí. No, no dispara nada, pero lanza al niño en la vivencia del guerrero.

El patio de Rodrigo tiene palmeras suficientes para armar a toda la pandilla de niños.

Mal llegamos al local y Gleistone y Antonio acomodan los cuchillos y suben al árbol para agarrar hojas. Filmar la espontaneidad  de estos juegos nos exige rápidas decisiones. Es necesario foco certero, sin errores, ya que los niños saben lo que precisan, van directo al grano y no esperan que arreglemos el foco da la filmadora. Muchas veces precisamos cambiar las lentes, ir por el trípode, pedirle a alguna señora que apague la radio para no estorbar la escena; en ese ínterin, ya pasó el tiempo del instante del deseo. Es muy difícil pedirles a los niños para esperar y todavía conservar la espontaneidad del primer ímpetu. Somos nosotros que precisamos prevenir lo inusitado y acompañar el ritmo de la infancia.

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En el momento de la construcción de los juguetes respiramos más aliviados: es cuando podemos intentar la mejor luz, cambiar de lente, buscar ángulos diferentes, ya que el momento es el de la concentración de las manos. Los niños se sientan en el suelo y se dedican a cortar, acomodar, enderezar.

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Sus ojos tratan de entrever la metralleta, la pistola y la escopeta dentro de la paja de la palmera. Llevan unos 30 minutos para esculpir el juguete en el tallo de la hoja. Juguete que tiene que ser utilizado en seguida ya que pocos días después empieza a pudrirse.

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Mismo sabiendo que es de nochecita que a los niños les gusta jugar con sus pequeñas armas a increíbles cacerías de policías y ladrones, aceptaron jugar por la mañana para que consiguiéramos acompañar sus huidas y cazadas.

Confieso que dudé si entrarían en la verdad de las armas y del guerrero: entraron. El juego “policías y ladrones”, típico de cualquier realidad, fue vivido con gran intensidad dentro de un matorral, donde esconderse y buscar era lo más importante. El policía que encontrase a un ladrón, le apuntaba su arma e imitaba el típico ruido de tiros. Un juego de escondite armado.

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Jugar con armas, lanzadoras y detonadores de pólvora ha sido recurrente  en casi todas las comunidades por donde pasamos. Ya sean de madera, tallo de papaya, tubo de PVC, de paja de palmera o comprados en una juguetería, les guste o no a los adultos, allí están en el cotidiano de los niños brasileros.

Texto y fotos: Renata Meirelles

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