May-2015
Niños cazadores – 4ª. Parte
La casa quedaba lejos, era de difícil acceso. Muchas puertas para abrir y una cantidad enorme de bifurcaciones para adivinar cuál tomar. Si no hubiéramos ido un día antes, no hubiéramos llegado.
No avisamos que iríamos, llegamos de sorpresa, precisábamos coger autorizaciones de imágenes e invitarlos a ver películas al día siguiente.
Visita inesperada, todos ocupados con tareas domésticas: lavando ropa, abriendo vainas de frijoles, varriendo alrededor de la casa.
Alex, un niño de 7 años, estaba con la cabeza casi toda metida dentro de la tierra, en un cantero frente a su casa. Fue suficiente para llamar nuestra atención. Que estaría haciendo ahí de aquella forma?
Un niño cuando está zambullido en alguna actividad en un patio, nos interesa, sin lugar a dudas. Y así fue.
Estaba cazando un tipo de araña, “boca de fuego”. Esa araña construye su guarida dentro de la tierra y cubre la puertita con una espécie de tapita hecha de seda. Esa tapita desaparece cuando mezclada con la tierra y para encontrarla, es realmente preciso estar con la cabeza metida en el suelo.
La caza pide silencio, atención, movimientos precisos. Alex y enseguida también su hermana Franciele y su hermano Alessandro, se visten de persistencia y precisión para poder sacar a las arañas de adentro de sus guaridas.
Un pedacito de pasto es colocado dentro del agujero y quedan esperando que la araña dé una mordida. Casi como la pesca. Ahí tiran el pastito y la araña aparece de adentro de la guarida.
Cada araña conquistada es un placer de victoria.
De caza, el juego se transforma en pelea entre arañas. Ponen dos, tres y hasta cuatro arañas una al lado de la otra y esperan que se peleen.
Una visita rápida que se transformó en una larga cacería. Un regalo para quien está abierto a mirar los gestos más genuinos de la infancia.
Texto y fotos: Renata Meirelles
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