Abr-2015
Casita bajo el Mango
Increíble como en Brasil hay tantos juegos que se dan bajo un mango u otro árbol fructífero: daría hasta para escribir un tratado sobre esto. En Abadía, pequeño pueblito cerca de Carbonita, en el Valle de Jequitinonha, no fue diferente.
Mientras las niñas barrían las hojas secas y los mangos podridos, arreglando el terreno para construir la casita de muñecas, un grupo de varones se colgaba de un árbol a la caza de frutos maduros, o por lo menos casi maduros.
Limpiar el terreno fue la primer etapa para construir la casita. A seguir arreglaron las flores pues, al final, la belleza es, para las niñas, condición esencial para que el espacio se transforme en una casa. Aquí el juego de casitas empezó por la belleza; después viene el resto.
Así que el terreno fue barrido, plantaron las flores en la tierra húmeda y sólo más tarde empezaron a pensar en que precisaban para la casa. Mientras unas fueron a buscar ollitas, muñecas y retazos, otras quedaron arreglando las hojas del plátano que hacían de techo.
Cuando todo estuvo debidamente en orden, llegó la próxima etapa: cocinar. Mezclar tierra con agua, hacer tortas, decorarlas. Escenas que se repiten independientemente de la región o de la cultura.
Las etapas se dieron en este orden: arreglar el terreno, embellecer el ambiente, arreglar/poner orden en las cosas y, finalmente, cocinar.
Una construcción que sucede de adentro para afuera y concluye con el alimento.
Texto y fotos: Renata Meirelles
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