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Aquí en Maranhão recibimos la visita de nuestra amiga e investigadora de la fiesta de Bumba meu Boi, profesora doctora Soraia Chung Saura, que nos regaló lindos relatos de ese encuentro.

El día 28, finalmente, nos preparamos para acompañar a “San Pedro”, así llamada esta otra fiesta. Ahora los grupos no se dividen en ferias por la ciudad: se concentran todos a los pies de la Iglesia del santo.

La iglesia está, literalmente, en la cima de un cerro: toda de vidrio y madera, brilla frente a nosotros, simples mortales aquí abajo. Reconocida nuestra pequeñez, subimos la inmensa escalinata de altos escalones. Dentro de la Iglesia está la imagen de San Pedro en una linda barca decorada con flores y perfumada. Responsable por hacer llover, controlador del tiempo y de las tempestades, es el patrono de los pescadores. De esta manera, santo de todos nosotros, a la deriva por ahí. En general es homenajeado por el mundo con procesiones marítimas y terrestres, truena de felicidad; pero homenaje como este, nunca habíamos visto. Esto porque los batallones de bumba-meu-boi, todos juntos reunidos, con instrumentos de percusión, hacen realmente nuestra tierra temblar. San Pedro, allá arriba, dentro de su redoma de vidrio, ve a todos: a la escalinata y a los que suben por ella (algunos de rodillas y llorando); a los grupos de buey que, uno a uno, irrumpen en la iglesia haciendo mucho barullo y desfilan sus bellezas para el santo, sin nunca parar de tocar y danzar; patio que se abre allí abajo con la multitud de boyeros, la rambla y el horizonte marítimo.

Todo el espectáculo es para Él, y quedamos estupefactos frente a tamaña demostración de fuerza, coraje y fe de los brincantes. La noche del día 28 constituye un escenario a ser recorrido y todos la enfrentan con disposición y sin miedo. “El reino de la noche no conoce ni al tiempo ni al espacio” decía Durand. Bailan y en ese juego simbólico, imaginativo, exaltante y exultante, no se cansan nunca. Suelen decir: “Fiesta que no amanece es juego de niños”. Es importante el día amanecer, ver aclararse las tinieblas de la noche, después de duro y arduo trabajo, de pasar por los festejos: aclararse a la luz de todos los esfuerzos. La aurora presenta más fuerza aún incontenible, linda! Los batallones “guarnecen” al pie de la Iglesia y del santo.

De madrugada aún, encontramos a Tião Carvalho. Con ojos de fiestero, nos ayuda a mirar. Señala para abajo: “Miren aquel grupo concentrado. Miren aquel otro: es grande! Prepárense para subir”. En seguida aquella aglomeración de gente explota subiendo las escaleras. Suben con fuerza y energía, moviéndose animados. Entran a la iglesia, rimbombando barullento batuque. Plantan al Buey reluciente y decorado a los pies del altar. Se yo fuera el santo, me emocionaría ante el espectáculo de los hombres. Mal creemos en lo que nuestros ojos presencian.

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El día 29, día de San Pedro propiamente dicho, es un día que brilla un poco nublado. Rayo de luz dorada ilumina la imagen, que es llevada por el cuartel de bomberos a una balsa en la orilla. San Pedro y su barquito se van con todos nuestros deseos para el año próximo. En alta mar, embanderado y colorido, vaga amoroso. Miro a mis amigos después de una noche entera: siento inmensa gratitud por estar con ellos, por estar viva.

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Texto: Soraia Chung Saura

Fotos: Renata Meirelles

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